La lista de títulos originales de anime que la plataforma Netflix ofrece no ha dejado de crecer durante los últimos meses. Entre ellos se encuentra A. I. C. O. Incarnation, la adaptación del manga de Hiroaki Michiaki dirigida por Kazuya Murata, quien participó en otros animes como Berserk o Planetes. Doce capítulos que nos sitúan en Japón, concretamente en un futuro distópico en el que ha ocurrido un desastre biotecnológico. Debido a este evento, denominado la irrupción, todo un río ha sido infectado por una materia mortífera que ha conseguido ser detenida gracias a presas y grandes compuertas. En este contexto encontramos a Aico, una chica aparentemente normal que esconde un gran secreto relacionado con la materia y su creación.
La serie acierta sin duda en su propuesta. Aborda temas como la inteligencia artificial, la capacidad de amar de las máquinas, la identidad de uno mismo o la familia. Son ideas y conceptos que plantea a la perfección, y se aprecia que tiene claro a dónde nos quiere llevar con ellos. Para acompañar la historia, trata de construir unos personajes interesantes y profundos con dramas personales, para que evolucionen con ella. Y entre medias, cómo no podía faltar, tenemos una gran cantidad de escenas de acción con una animación notable. A simple vista es una serie que cuenta con una gran cantidad de buenos ingredientes, pero a pesar de ello no es capaz de mezclarlos de forma eficiente.
Todas esas declaraciones de buenas intenciones se diluyen en la serie a medida que va avanzando. La obra tiene una buena base, pero a la hora de traducirla en tramas se vuelve excesivamente compleja y difícil de seguir. Respecto a los personajes, apenas da tiempo a establecer vínculos con la mayoría de ellos, lo que le resta carga emocional a los giros de trama en los que están involucrados. La estructura de la temporada funciona de forma que el planteamiento resulta interesante, pero a partir del tercer capítulo las batallas y el avance a través del río de materia resultan repetitivos. Todos los combates se parecen demasiado entre sí, con pequeñas variaciones, y la forma de resolverlos casi siempre es la misma. También el avance a través de las diferentes zonas contaminadas es casi idéntico. Esto hace que, inevitablemente, el interés del espectador por lo que está ocurriendo disminuya.
Y cuando la serie entra en su recta final, esta se vuelve compleja, llena de nombres difíciles de recordar y procesos científicos complicados. En este punto sí que se capta la atención del espectador, pero su labor para encajar todas las piezas se convierte en una tarea demasiado compleja.
Dejando a un lado todos los aspectos que flojean, uno de los atractivos en los que merece la pena detenerse es su protagonista y todo el misterio que envuelve su origen y su naturaleza. Todo el desarrollo de las tramas personales y familiares de Aico tiene un punto intimista que consigue absorber e intrigar a ratos. Junto al personaje de Yuya Kanzaki y el del villano Kyoszuke Isazu, Aico carga con el peso emocional de la trama y con las revelaciones con respecto al origen de la Irrupción y el avance de la materia. Estas revelaciones son lo más interesante de la serie, ya que funcionan como importantes giros de trama que en su mayoría sorprenden y consiguen impactar. También hay momentos que pretenden ser poderosos relacionados con otros personajes aparte de Aico, pero como se ha comentado, no llegan al nivel emocional de los de la protagonista.
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